jueves, 6 de diciembre de 2012

CUENTOS QUE VIENEN A CUENTO



En estos días ya se están escribiendo las cartas a los Reyes Magos. Las princesas de los cuentos (Cenicienta, Blancanieves...) continúan siendo muy solicitadas. Princesitas que pese a ser de la realeza, bellas, dulces y primorosas, son muy infelices, porque no valoran lo que tienen ni lo que son. No luchan por sí mismas para tener una identidad propia y enfrentarse a la vida. Ellas esperan un príncipe azul y, sólo cuando éste aparece, es cuando se realizan, se liberan de la esclavitud y hasta de la muerte con un beso de amor. Todo perfecto, precioso y maravilloso, pero igualmente irreal.
El problema es que las niñas crecen pensando en ese final feliz y, sobre todo, en el príncipe, y pasan su vida inmersas en ese cuento de hadas, besando muchos sapos verdecitos llenos de una magia nublada.
Pero la vida pocas veces tiene ese final tan conocido de “fueron felices por siempre jamás”. La vida, a veces, es tan imprevisible, insolente e hiriente, que tiene más páginas con sabor a cuento chino que de cuento de hadas.
Pocos enseñan a las princesas de nuestras casas que, si están tristes, los besos se los deben dar a sí mismas; que si no les gusta su vida, deben aprender a cambiarla por ellas y para ellas, confiando en la única mano que le acompañará toda su vida: la que está al final de su propio brazo.
No enseñemos a nuestras hijas a esperar en la balconada para ver si a lo lejos un jinete guapo, sincero e inteligente viene a sacarles las castañas del fuego. En la lejanía las cosas se confunden, y resulta que el caballo es un jamelgo y el príncipe, no es que sea rana, sino otra cosa....
Son esos príncipes que aparecen con trajes alquilados que destiñen después de unos lavados (hasta utilizando el producto más suave y delicado...). No sólo no son azules, sino que son incapaces de afrontar cosas esenciales en la vida y, huyen abandonando a esas princesas (porque así las llamaron mientras quisieron...).
Por eso, hay que enseñar a nuestras princesas, desde pequeñas, a bajar del balcón, enfrentarse a la vida y buscar la esquiva mariposa de la felicidad, esté donde esté. Hacerse fuertes para afrontar destinos adversos, si es que llegan. Saber adentrarse solas en los bosques de la existencia, y defenderse solitas. Si aparece un príncipe, o en su defecto un plebeyo aunque no sean exactamente azules, y son sus compañeros de vida, pues eso es un verdadero regalo.
Pero si no aparece, no pasa nada porque la princesa ya sabrá que es una Reina... La Reina de su vida y la dueña de escribir su propio cuento con el color que a ella más le guste...