viernes, 4 de noviembre de 2011

Nosotras....



Todavía con los recuerdos de esa juventud que suspiraba con Miguel Bosé y las melodias italianas, de la misma forma que amparaban bajos sus lágrimas a esa Lucía de Serrat que envidiaban con exquisita ternura por sus hermosas palabras “…si alguna vez después de amar, amé….”

Las que defendieron a ultranza, el largo de sus faldas, la hora de llegar a casa tras los guateques o las penumbras de aquellas discotecas.Las que debatían sobre temas sociales bajo las notas de Georges Moustaki y los cantautores franceses y españoles y, aquellas que parecían sólo soñar con un imaginario príncipe azul entre los peques de la tele y los gestos de Mafalda.
Eran las que bajo su piel estaban engendrando una especial generación de mujeres fuertes, independientes y dueñas de sus vidas, vidas que tal vez no sabían iban a ser tan complicadas, con falta de tiempo y en continuada lucha intíma por el éxito profesional y el éxito personal en lo cotidiano de una vida en familia.

Y en medio de todo eso crecieron, dejando la adolescencia en un arcón del altillo de su dormitorio. Amaron con cada parte de su ser, a la vez que se emocionaban con la palabra “sin ira, de la libertad”.Y así se encontraron con el príncipe azul….el que después el tiempo, tal vez destiñó. Pero ellas, muchas de esas mujeres, insistieron con los ojos de tristeza y recuerdos, con el dolor de un desmontado futuro en común, con el deseo roto de envejecer junto a él..., insistieron, digo, para conservar ese maravilloso azul que las había enamorado.
Tuvieron hijos y se sometieron a veces a cortar sus ideales universitarios, otras a insistir con ellos a costa de noches insomnes.
Lloraron en la puerta de las escuelas, en las despedidas de las excursiones, en las primeras fiestas escolares.Sufrieron cuando sus hijos transitaban el final del bachillerato y la temida selectividad porque sabían que ya empezaban a decidir sus destinos por sí mismos.
Sostuvieron a sus parejas en los avatares de la vida y recogieron los pedacitos de ellos cada día, cada noche, cada momento, mostrándoles que allí estaban ellas para apoyarlos y ayudarlos en lo que sea y como sea.
Soportaron infidelidades, siempre sabiendo que la verdad pasaba por otro lado y tuvieron la grandeza de salir de todo sin demasiadas cicatrices siempre mirando para adelante y, a veces, luchando con las peores lágrimas, las del desamor.
Revolucionaron a madres, tías, abuelas con sus ideas feministas, que más tarde convirtieron en “paridad” para trasladarlas a sus hijas e hijos.
Además. lucharon y luchan contra el temido paso del tiempo, dándoles la bienvenida a las primeras arrugas, dignas de defensa porque son las huellas de sus vivencias en toda su grandeza. Y es que el tiempo, sólo es eso.... tiempo.
Y hoy están ahí....
Estamos ahí, abriendo ventanas cuando los sofocones nos atacan, cuando las ansiedades, el olvido y “otras “ depresiones nos someten y, siempre intentando despertar, y volver a vivir nuevamente sin cicatrices porque lo que si sabemos de verdad es que la vida, la vida…pasa por otros lados.
Las que todavía recogen los pedacitos de sus seres queridos y están preparadas para recibir a esos primeros nietos y contarles que ellas fueron las que abrieron el camino para que hoy este mundo sea un abanico de Paul Mc Cartney, mezclado con la canción protesta, la romántica y por las canciones del siempre estupendo Nano y su ternura en la espera de aquella mujer llamada Penélope...Felicidades a todas las que seguimos pareciendo ser la incoherencia en forma de mujer, manteniendo bajo nuestra piel un casi perfecto orden del amor, la entrega, la complicidad, la fidelidad, la amistad,.. la vida misma.




Y, porque queremos seguir sintiendo, como canta Ricardo Arjona:
“las mismas cosquillas que sintieron hace más de 20 años…
cuando hacen el amor”.






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